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Archive for noviembre 2009

Renovación por mitades

Juan Jacobo Rousseau escribía en El Contrato Social que la “libertad es el sometimiento a la ley que uno se ha prescrito” y con tal afirmación fundó el linaje de las doctrinas democráticas. Los ciudadanos aprueban sus leyes en sus órganos de autogobierno; esto es, en las asambleas del pueblo. Cuanto más extendidos y representativos sean, más consistente será la democracia.

La propuesta del gobierno de renovar por mitades el Congreso y de volver al bicameralismo va en ese sentido.
Cabe recordar que a raíz del golpe de 1992, se creó un congreso diminuto, unicameral y reducido apenas a 120 representantes por cinco años. Se anuló la representación departamental y se le eligió por distrito único nacional. Así se alejó por completo a los representantes de sus electores, pues nadie sabía con exactitud quién era su parlamentario.

Un período de cinco años es demasiado largo para un ejercicio adecuado de la representación, pues, en la práctica, no existe fiscalización posible de la gestión.
Tampoco es posible evaluar el comportamiento de los partidos, tanto en el gobierno como en la oposición. La renovación parcial permitirá que estos dos propósitos se cumplan simultáneamente.
Es decir, los ciudadanos podrán apreciar la labor de sus representantes, juzgar si vale la pena seguir con el respaldo a la bancada oficialista o darle la confianza a la oposición. En cualquiera de los casos, el resultado robustece la democracia, pues si triunfa el gobierno redoblará sus políticas de gobierno; si es derrotado, tendrá que corregirlas.
La recuperación de una Cámara de Diputados elegida sobre base demográfica y un Senado de origen territorial permitirá que el Congreso tenga una representación más adecuada.

Hacer de las provincias circunscripciones electorales y en el caso de Lima a los conos, así como un Senado de origen regional, le dará mayor consistencia al régimen político.
Convertir el voto ciudadano en un derecho, que se ejerce a discreción, será también un importante paso adelante.

Montesquieu decía, en El espíritu de las leyes, que la “libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten”, es decir todo aquello que no esté prohibido y así daba origen a la doctrina liberal.

Si el voto no es compelido ni su omisión castigada, entonces el sufragio universal será una decisión voluntaria, consciente, racional de los ciudadanos que soportan la democracia como la forma más viable y duradera de gobierno.

Ambas modificaciones constitucionales sentarán las bases para una auténtica reforma del Estado, en el primer poder de la sociedad política, que es el de legislar.
El poder absoluto del pueblo otorgado a los representantes por el sufragio tendrá formas y componentes inobjetables.

No tendremos una democracia acarreada, sino asumida. Ello generará una mayor movilización en su defensa, profundización y sostenibilidad.

Hará que los partidos se hagan indispensables en el tiempo y que no sean movimientos de ocasión que buscan generar emociones propagandísticas en lapsos cortos.
Probablemente, esto sea el acicate para consolidar un sistema de partidos duradero y, al mismo tiempo, la llave para un compromiso más eficaz en la gestión gubernamental de quien gane las elecciones.

El poder de la democracia no consiste en que anule los conflictos, sino en su capacidad de construir instituciones nacidas de la voluntad popular, que sean capaces de encauzarlos hacia soluciones adecuadas.

La decisión del gobierno del presidente Alan García de impulsar un referéndum, si el Congreso vuelve a rechazar estos proyectos, no solo es legítima, sino urgente. Estamos por cumplir una década ininterrumpida de gobiernos plenamente democráticos y en el camino al bicentenario de la República, debemos hacer todo el esfuerzo posible por consolidar la democracia y hacerla irreversible.

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China: Comunismo Capitalista

La apertura del gigante asiático hacia el capital transnacional

China celebra los sesenta años de su revolución como la cuarta economía del mundo en camino a ser la gran potencia del siglo XXI. Sus 1200 millones de habitantes hacen que su per cápita sea de 3,300 dólares y que aparezca apenas en el puesto 94 del índice de desarrollo humano.

Mao Ze Dong fundó en los años veinte del siglo pasado el Partido Comunista y lo condujo a través de una larga guerra al poder, al derrotar a los invasores japoneses y a los ejércitos de Chiang Kai Shek. Fue dentro de los cánones del marxismo soviético, un heterodoxo, pues creó un partido proletario en una sociedad casi sin obreros y por ello su base social fue más bien campesina.

Una vez en el poder, desde 1949 quiso acelerar la revolución con el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. Ambos procesos acabaron en el despeñadero y el prestigio del Gran Timonel quedó lesionado.

Tras su muerte, un viejo revolucionario de la generación fundadora, Deng Xiao Ping, dio un giro completo a la revolución. Purgado en dos ocasiones por los ultraizquierdistas, fue rescatado por el propio Mao. Desde 1978 convenció al Partido que el socialismo no se podía construir desde el atraso y que con el igualitarismo en la miseria no se iba a ningún lado.

Una relectura de Karl Marx, más bien cercana a Kautsky o a Bernstein, lo hizo ver que el socialismo sólo podía surgir del pleno desarrollo del capitalismo. Es decir, más que repartir lo poco que existía, había que crear riqueza y en gran magnitud, para sacar del subdesarrollo a la sociedad más poblada de la Tierra.

Se inició entonces la modernización, sustentada en la reforma económica y en la apertura al gran capital transnacional. El Estado se reservó la construcción de la infraestructura, sin dejar de otorgar concesiones. Pronto las grandes empresas descubrieron las enormes ventajas ofrecidas. Estabilidad política, orden social, grandes facilidades tributarias y sobre todo una mano de obra muy barata. Miríadas de trabajadores se incorporaban al mercado hasta formar una enorme masa de 400 millones de personas económicamente activas. Otros 800 millones esperan su turno como un gigantesco ejército industrial de reserva.

Así, el partido comunista más grande del planeta acabó dirigiendo el mayor proceso de crecimiento de las fuerzas productivas desde la revolución industrial. Una transformación capitalista por cierto, donde prima la propiedad, la ganancia y la diferenciación social, aunque políticamente el partido monopolice el poder.

En este lapso han modernizado la educación, han enviado a miles de estudiantes a las mejores universidades de Occidente, han propiciado el desarrollo científico y tecnológico, se han convertido en los mayores usuarios de internet y de celulares. Han creado una industria aeroespacial, tienen el ejército más grande del mundo con armas nucleares. Han reincorporado a Hong Kong y Macao y sus inversiones se expanden por todos lados. Son los principales tenedores de bonos del Tesoro norteamericano y se dan el lujo de reclamar una nueva divisa universal.

La historia aquella del siglo XV, que impidió al gran almirante Cheng Po navegar con sus navíos de 1,500 toneladas por los siete mares, cuando China se encontraba en la frontera tecnológica, parece haber quedado definitivamente superada. En los nuevos espacios geoeconómicos que articulan esta fase de la globalización, el desarrollo capitalista bajo conducción comunista marca el paso.

La pregunta es si esta revolución productiva será acompañada por un proceso democrático y cuánto tiempo demorará el partido proletario en transformarse en un partido del pueblo que represente y acepte la pluralidad de clases del socialismo de mercado.

 

Agustín Haya de la Torre

Presidente del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN)

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